Obama ha puesto a Wall Street contra el Tea Party, con la esperanza de que la presión propicie la llegada a un acuerdo. De otra manera, al Tesoro de los Estados unidos solo le quedan dos semanas de liquidez antes de la bancarrota.
No ha tenido éxito la primera toda de contacto entre Obama y los líderes demócratas y republicanos para llegar a un acuerdo sobre los presupuestos, que ha obligado a echar el cierre de parte de la administración pública. Se cree que en torno al 17 de octubre el Tesoro se quedará sin dinero para poder pagar a los acreedores si no llegan antes a un acuerdo para elevar el techo de deuda.
En el otro lado del charco, Mario Draghi, presidente del BCE, comentaba que un supuesto default de los Estados Unidos sería un problemón a nivel mundial, con lo que nos encontramos ante un riesgo para todos, no solo para los Estados Unidos. la débil recuperación europea se enfrenta así al enésimo problema.
El presidente Barack Obama sorprendía con sus declaraciones, donde admitía estar exasperado por la situación y aseguraba que esto iba a tener un profundo impacto en la economía estadounidense. Obama expresó sus ideas en una reunión que mantuvo con directivos de colosos financieros como JP Morgan Chase o Goldman Sachs.
Paradógicamente, Obama está actuando en contra de su país para generar movimiento en el ala más derechista de los republicanos. Es curioso que la prima de riesgo estadounidense no se dispare ante tales declaraciones, pero dada la fortaleza y la envergadura de la economía del país, los dirigentes pueden permitirse este tipo de comentarios sin que todo se vaya al traste. Además, los mercados han interpretado la trifulca como una estratagema para forzar la negociación. Obama ha optado por tomar la posición más firme y no ceder ante el «tea-party» siguiendo adelante con el estandarte de su segundo mandato, el programa de asistencia sanitaria conocido como «ObamaCare».