Desafortunadamente, la educación financiera no se incluye de manera determinante dentro de los planes de estudio de la mayoría de niños. Esto hace que, habitualmente, seamos los padres los encargados de transmitir nuestros conocimientos financieros. Y esto no es nada sencillo.
Hay que tener en cuenta, en primer lugar, que, salvo casos excepcionales, la cultura financiera con la que nos enfrentamos a la adolescencia y a la juventud es muy escasa. Tan escasa que desconocemos principios básicos como el uso de los puntos de financiación, los intereses, las comisiones, los costes financieros, etc.
Y, por supuesto, no se concede un gran interés a la cuestión clave en la educación financiera: el ahorro y la gestión del gasto.
Cómo empezar a educar en finanzas
Aunque no todos los especialistas se ponen de acuerdo al respecto en cuanto a la edad en la que comenzar a hacerlo, es prácticamente unánime la posición que defiende que entregar una asignación regular al niño es el principio de una buena educación financiera.
Da igual la cantidad, no se trata de ofrecer una subvención o un sueldo. De lo que se trata es de comenzar a establecer la relación entre el ingreso, el gasto y la ausencia de ingreso.
Y esto viene dado porque, habitualmente, el primer impulso al recibir dinero es del gasto, si los ingresos son regulares y no se accede a adelantos ni a entregas fuera de los plazos acordados, se está proporcionando una primera enseñanza financiera básica: no se puede gastar más de lo que se ingresa, y se debe administrar lo que se ha ingresado.
Si este primer paso se ha logrado, y no es fácil, se podría empezar con una segunda fase más compleja en la cual hay que comenzar a incentivar el ahorro y las buenas prácticas con el dinero.
Cómo incentivar el ahorro
desafortunadamente hoy en día las cuentas ahorro de los bancos orientadas a niños apenas producen rentabilidad. Por lo que, lo que antaño era una herramienta más o menos interesante, hoy en todo caso no pasa de algo anecdótico y con algunas ventajas en descuentos y poco más.
Por tanto, una vez más, es el entorno del hogar donde debemos comenzar con la difícil tarea de ayudar a fomentar el hábito del ahorro.
Una fórmula interesante, y que puede servir como idea base sobre la que luego elaborar la práctica de cada uno, es ejercer una suerte de figura bancaria de depósito a plazo para que se valore de manera clara el funcionamiento del ahorro.
Hacerlo sería tan sencillo como proponer al niño que de su asignación se apartará una cantidad, que no se le entregará, pero que mensualmente, se le devolverá aumentada con unos intereses. Es un momento magnífico para explicar no sólo el funcionamiento de los intereses, sino también la importancia del ahorro para lograr objetivos. Obtendrá una mayor cantidad de dinero por haber tenido la paciencia y el hábito de ahorrar, con lo cual podrá administrar mejor aún su pequeña economía.